11 dic 2009

A propósito de la Virgen

Aquí yo otra vez, y en esta ocasión tampoco escribiré algo original; más bien quiero reproducir aquí una crónica que publicó El Universal en su edición del 11/12/2009, en ocasión de las peregrinaciones que cientos de devotos realizan a la Basílica de Guadalupe, aquí en la Ciudad de México.

El texto me gustó porque pienso que está muy bien elaborado narrativamente. Ya el contenido o las interpretaciones que se le puedan dar a ese tipo de expresiones de fe es un asunto personal. Quienes creen en el culto mariano lo encontraran motivante o sublime, y quienes no, verán en él una muestra de fanatismo. Una y otra perspectiva son respetables siempre y cuando no se intenten convencerme mutuamente de que la contraria es errada.

En lo personal tengo mis dudas respecto al guadalu-panismo, pero reconozco su importancia como factor de identidad nacional. Si hay algo que nos distingue a los mexicanos es nuestro priísmo de closet y nuestro guadalupanismo ferviente, independientemente de nuestro origen social o nivel cultural...

En fin, aquí dejo esta, a mi parecer, espléndida narración, en el más puro estilo reporteril legado por el gran Kapuscinsky.
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Bicicletas, otro aliado de los peregrinos

Thelma Gómez Durán Enviada El Universal Viernes 11 de diciembre de 2009 df@eluniversal.com.mx

BOXAXNI, Hgo.— El secuestro de sus hijos lo hizo regresar. Ismael Hernández volvió a la peregrinación que hace 30 años dejó. Va montado en su bicicleta sin que le estorben sus 56 años. Unos metros atrás, Angélica, de 19 años, pedalea con fuerza. Es la primera vez que se une a esta caravana. Lo hace por agradecimiento. Hace ocho meses se salvó de morir cuando un borracho la atacó y clavó una navaja en su cuello. Más adelante va Rodolfo Gómez concentrado en no perder el ritmo. Tiene 24 años, y es la tercera vez que hace la travesía. Tiene una petición de amor.

La fe viaja en bicicleta. Lo saben Ismael, Angélica, Rodolfo y 100 ciclistas peregrinos que recorrerán los 125 kilómetros entre el valle del Mezquital y la Basílica de Guadalupe. Van a encontrarse con la Virgen venerada por sus abuelos, sus padres y, seguramente, por sus hijos.
Estos ciclistas cumplen con el ritual que, en estas tierras, tiene más de 40 años.

Cada diciembre, cuando apenas comienza el día siete, habitantes de cinco comunidades del valle de Mezquital, corazón indígena de Hidalgo, realizan la “Peregrinación de ciclistas a la Basílica de Guadalupe”. Por un día, abandonan la cotidianidad para llevar sus agradecimientos y peticiones hasta el cerro del Tepeyac. Esta peregrinación es una de las más de 400 que, tan sólo en diciembre, llegan a la Basílica de Guadalupe.

Agredecimientos y peticiones

Ismael volvió a tomar la bicicleta para agradecer. Hace cuatro meses sintió la angustia que desata el secuestro de un familiar. Sus “muchachos”, como les dice a sus hijos, se fueron “al otro lado” a buscar algo mejor. Migrar a Estados Unidos es una práctica común entre los jóvenes de esta región del estado de Hidalgo. Los “muchachos” regresaron a México para ser secuestrados.

“Como vieron que no teníamos dinero, los soltaron, pero los golpearon muy fuerte. Por eso estoy aquí, para darle gracias a la Virgen de que están vivos”, cuenta este hombre de piel tostada por el sol y el trabajo del campo.

Hace 30 años que Ismael no participaba en la peregrinación, de la que, por cierto, fue uno de los fundadores hace más de cuatro décadas.

En Boxaxni, a 20 minutos de Actopan, inició la peregrinación que en 2009, oficialmente, cumple 42 años. Aunque “tiene más tiempo, pero no la hacíamos tan formal”, cuentan los pioneros.

José Pérez, mecánico de bicicletas, tuvo la idea. Ismael y Roberto Hernández, Carlos Gutiérrez, Anatolio Cruz y Jaime Vázquez lo siguieron: tomaron su bici y pedalearon hasta la Basílica de Guadalupe. Aún eran adolescentes.

“No éramos más de seis. Nos perdimos en el camino. Yo llegué solo”, recuerda Carlos Gutiérrez, un hombre de 54 años quien ahora, junto con Roberto Hernández, organizan la peregrinación que reúne a poco más de 100 ciclistas de Boxaxni, Jahuey, Zaragoza, Santiago de Anaya y Xitzo.

“Don Carlos”, como le dicen, ya no es ciclista. Ahora conduce su gran camión. Es el encargado de ir en la retaguardia, “recogiendo” a los que ya no tienen piernas para continuar o porque su bicicleta los dejó en el camino.

Angélica pedalea y pedalea para alcanzar al contingente. Se ha quedado un poco rezagada, pero no se da por vencida. Es la primera vez que participa como ciclista. Otros años, viajaba en la camioneta de su hermano, aquella que encabeza la caravana, marca el paso y guía a los peregrinos.

Este año, Angélica tenía una razón muy grande para tomar la bici. “Quiero agradecerle a la Virgen. Por ella estoy viva”, dice. Hace ocho meses, regresaba de la Normal Superior de Pachuca. Caminaba por una de las calles de Boxaxni, cuando fue víctima de “un accidente”, dice ella. El “accidente” fue encontrarse con un borracho que la dejó medio muerta, con una herida en el cuello. Los vecinos la hallaron justo a tiempo para llevarla a un hospital. El agresor huyó del pueblo.

Angélica es de las pocas mujeres que han roto con la tradición del pueblo. Mientras sus compañeras de secundaria decidieron casarse, tener hijos y ayudar al marido con el negocio, ella prefirió estudiar. Quiere ser maestra de biología.

Sólo tres mujeres participan en esta peregrinación-ciclista: Angélica, su hermana de 16 años y Mariana. A la mitad del camino, la hermana de Angélica decide no continuar. Mariana, por el contrario, va en la vanguardia. “Es mejor ir hasta enfrente, así no te presionas y aguantas el paso”.

A sus 17 años es una ciclista experta. Desde hace seis años participa en la peregrinación. Fue una de las primeras mujeres en ser ciclista-peregrina.

Mariana preserva la tradición familiar. “Mi papá es ciclista, mis tíos igual. Así que un día, jugando, dije que también quería ir en bici. Mi papá me tomó la palabra. Desde la primera vez me gustó”.

Mariana vive en Santiago de Anaya, Hidalgo. De ahí son varios de los ciclistas. La mayoría se dedica a la albañilería o al campo. “Somos hombres acostumbrados al trabajo duro. Así que la bici la agarramos fácil. Es pesado el camino, pero con fe todo se puede”, dice Francisco, quien desde hace 10 años asiste a esta peregrinación.

Junto a Mariana pedalean aquellos que ya tienen más experiencia. Ahí van hombres de 54, 50, 40 y 30 años. Saben que hay reglas: ir de dos en dos, respetar el paso de la caravana, no distraerse ni jugar porque eso puede ocasionar un accidente.

Quienes no saben de reglas son los más jóvenes, los adolescentes que, por primera vez, acuden a esta travesía religiosa. Para ellos, la peregrinación es una especie de “rito de iniciación”. Llegar a la Basílica, “aguantar” la marcha, otorga una especie de distintivo. “Él aguantó y llegó”, dicen.

“Los primerizos”, sobre todo, abandonan la caravana porque un calambre los traiciona, porque su corazón parece salirse del pecho, porque una caída los deja fuera o porque su bici no era la adecuada para 125 kilómetros. El próximo año lo volverán a intentar. La tradición dice que deberán “completar su cruz”: acudir a la peregrinación, por lo menos, cuatro años seguidos.

Son las 12 del día y los ciclistas llevan casi nueve horas de peregrinación. Comenzaron en Boxaxni a las 3:00. Pero el ritual inició un día antes, la tarde del domingo 6 de diciembre.

Reunión y salida

La plaza de la iglesia de Boxaxni poco a poco se llena de bicicletas vestidas con rosas, malvones, bugambilias y alcatraces cortados de los jardines de las casas. Algunas, llevan flores artificiales compradas para la ocasión.

Han pasado dos horas y el sacerdote Raúl no aparece. “Siempre hace lo mismo. Se le olvida que tiene que venir a dar misa”, se queja la gente. “Con el padre Héctor no era así. Él siempre era puntual. Incluso, durante unos cuatro años fue con nosotros a la peregrinación en bici”, recuerdan.

El sacerdote por fin llega. “El padre Juan se fue a Europa y se nos juntó la chamba”, se excusa y de inmediato comienza el sermón: “Vivimos una situación difícil... algo anda mal en el país, hay mucha angustia y coraje por la impunidad... nuestro país está bañado en sangre... hay violencia y corrupción generalizada... cuando lleguen ante la virgen de Guadalupe, háblenle, díganle cuál es la situación del país. Ella nos tiene que ayudar”.

La misa termina con la bendición de las bicicletas y con el estruendo de una docena de cohetes que estalla en el cielo.

Rodolfo Gómez ya está listo. Será el tercer año que participe en la peregrinación. Él tiene una petición a la Virgen. “Voy porque es muy bonita la experiencia. Pero también voy porque tengo una petición. Tiene que ver con una mujer... Este año espero que se me cumpla”.

Las chamarras, gorras, bufandas y sudaderas que forraban los cuerpos de los ciclistas hace 10 horas ya fueron guardados en las camionetas que escoltan la caravana. El sudor recorre la frente de varios. Están en la recta final. Atrás quedó la pendiente de San Pedro que deja sin aliento. Hace dos horas que tomaron el último descanso, una parada que aprovecharon para almorzar barbacoa y pollos al estilo Hidalgo. Esa fue la última oportunidad para revisar bicicletas y tomar fuerzas.

Ahí van los 134 ciclistas. No llevan grandes cuadros e imágenes atadas a su espalda, como lo hacen otros peregrinos. Son más discretos. Sólo llevan pequeños cuadros o calcomanías con la Virgen pegadas en la estructura de su Benoto, Shimano, Mercurio o en su modelo “hecho en casa”.

Los ciclistas-peregrinos se santiguan al llegar a su meta. Ismael, con su paliacate aún en la cabeza, sonríe. No parece cansado. “Después de 30 años, regresé. Nunca voy a decir no puedo. Sí puedo. Aquí estoy con la virgen”, dice orgulloso.

Angélica llega sin aliento y con las rodillas raspadas. Por poco no logra terminar la peregrinación. En Ecatepec, un camión repartidor de gas no le dio el paso. Angélica no frenó a tiempo y se estampó contra el cofre del vehículo. Su bicicleta se averió. El muchacho que todo el tiempo la acompañó le cedió su bicicleta.

Cuando llega a la Basílica de Guadalupe, Angélica se tumba en un escalón. Se acuesta y mira al cielo. Al descubierto queda la cicatriz que atraviesa su cuello de lado a lado.

Rodolfo llegó sin contratiempos. Sonríe y busca entre la gente a Mayeli, la mujer con la que quisiera casarse este año.

Los peregrinos están agotados pero satisfechos. Cumplieron con el ritual. Están frente a su Virgen; a ella pedirán y agradecerán. El próximo diciembre, la fe también viajará en bicicleta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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