5 jun 2007

Exámenes

A reserva de una mejor opinión, pienso que de todas las actividades académicas relacionadas con el subvalorado y mal pagado oficio de enseñar, la más aburrida y desesperante es la de calificar examenes. Máxime si la Facultad, con sus arcaicas reglas y la soterrada intención de reproducir las mismas frustraciones y traumas que aquejan a sus decanos, prohíbe que los profesores jóvenes recientemente incorporados a la plantilla, puedan contar con un lacayo... perdón, quise decir, ayudante de profesor, que además de cargar amablemente sus portafolios, les lleve el café al salón y haga el trabajo sucio de reprobar a los alumnos, echándose sobre sus espaldas el repudio de toda la clase.

Como sea, el punto es que recién terminé de calificar exámenes. Y aunque pudiera parecer una tarea fácil, en verdad pienso que no se la desearía ni a mi peor enemigo -claro que es una forma de hablar, porque no tengo peor enemigo; por eso hablo mal de todo el mundo, para intentar tenerlo- porque además de que precisa de mucha paciencia, también requiere un higado lo bastante sano como para que soporte las embestidas de ira, provocadas por la lectura de cada crimen ortográfico y gramatical, que debería merecer la pena capital de leer las novelas de Dan Brown y Paulo Coelho en justo escarmiento. Esto es, para que sientan lo que se siente leer barbaridades.

En fin, que cansado y fastidiado de leer tantas cuartillas de repeticiones y obviedades, quería distraerme viendo Dr. House; pero cuando encendí el televisor y sintonicé el canal 5, me encontré con la desagradable transmisión de un partido amistoso entre la selección mexicana de fútbol, y la selección de no sé qué país sudamericano.

No es que no me guste el fut, pues soy de los tipos insufribles que cuando gana su equipo algún partido importante o el campeonato, salen como estupidos a sonar la bocina de su auto por las calles de la ciudad (como cuando fueron campeones los Pumas), pero me aburre ver partidos tan grises y en días laborables, como el México-Paraguay. Además de que tan sólo escuchar la narración remite inevitablemente a la imagen de la cancha de tierra de algún reclusorio: "y ahora se mueve por la banda el 'Bofo' Bautista, pasa en corto al 'Mariquita' Pérez, éste retrasa para el 'Changoleón' Ugalde..." es terrible!

Para colmo se siente un calor sofocante. Así que no me queda más que seguir leyendo a Kolakowski en Si Dios no existe... aplastadote cómodamente en mi reposed, del que escribiré en otra ocasión.

1 comentario:

Burbrujiux dijo...

se me traba la maquina cada vez que quiero entrar a su blog ¿Pos que le hizo? jajaja

No, no, no. Qué sería de los maestros sin estos gajes del oficio.

Paciencia es lo que le recomiendo! Para sus alumnos, para el fucho y también para el calor.

Saludos!